El sexismo es un mecanismo por el que se concede privilegio a un sexo en desventaja con el otro. 

El androcentrismo se basa en conceder el privilegio al punto de vista del varón y considerarlo como medida, norma y universal humano. Esta mirada segmenta el papel de las mujeres y los hombres según los roles que se espera que cumplan en la vida privada y la vida pública. Las mujeres son, entonces, asociadas con la maternidad, las emociones y el cuidado. los hombres son concebidos como proveedores, racionales y arquitectos de lo público. 

El sexismo es, entonces, precondición del androcentrismo. El androcentrismo es la razón detrás de la mayoría de las construcciones sexistas, así como de la resistencia a la incorporación de soluciones incluyentes. 

En este orden de cosas, el lenguaje sexista es el uso discriminatorio del lenguaje en relación al sexo, que se produce cuando al distinguir entre lo femenino y lo masculino se valora a una de las partes sobre la otra, generando jerarquización y exclusión. En la cultura androcéntrica el género comúnmente discriminado es el femenino. 

El lenguaje en sí mismo no es masculino ni femenino. El lenguaje, a priori, no es sexista ni excluyente, pero sí el uso que hacemos las personas del mismo. En él se proyectan estereotipos aprendidos que responden a la construcción de modelos culturales androcéntricos que sitúan la mirada masculina como universal y generalizable a toda la humanidad. 

El tipo de lenguaje que usamos no es inocente. Si usamos un lenguaje que toma como norma y medida de la humanidad solo a una parte de ella (lo masculino), ayudamos a que persista en el imaginario colectivo la percepción de que las mujeres son subsidiarias, secundarias y prescindibles. A ese uso llamamos uso sexista del lenguaje. 

Se entiende por lenguaje inclusivo entonces, o por lenguaje no sexista, aquel que no oculta, subordina o excluye a ninguno de los géneros y es responsable al considerar, respetar y hacer visible a todas las personas, reconociendo la diversidad sexual y de género. Cambiar el uso del lenguaje implica también un cambio cultural, y nos convoca a construir otro sistema de valores, otra forma de entender, de pensar y de representar al mundo.